miércoles, 26 de noviembre de 2008

El hablador: La humanidad del lenguaje y la apertura del mundo

POR: MÓNICA ESMERALDA VALLEJO.

"Hablar es nacer una segunda vez".
E.GENOUVRIER

"Las palabras son un mundo magico, donde se crean tanto reales como ilusorias experiencias a través de las cuales edificamos todos nuestros sueños, añoranzas y realidades, dentro de cada alma existen miles de formas de expresarse, pero las palabras son la magia que nos invita a reconocer que el vibrar del viento puede llegar a ser melodioso."

El Hablador, un texto narrativo generado por Mario Vargas Llosa (Barcelona: Seix Barral, 1987, 234 páginas) se caracteriza por la sobriedad de elementos y recursos novelescos empleados, generando así una historia en la cual se pinta mediante las palabras la exuberancia y exotismo de estilos de vida de las étnias amazónicas del Perú.

El texto puede clasificarse como una novela puesto que se desarrolla con una trama en una secuencia de ocho capítulos o episodios, en los cuales se clarifica el marco del relato en tres espacios definidos que son la selva amazónica, el Perú colonial y finalmente Firenze, desde donde se pronuncia uno de los narradores del relato.

El autor jamás acumula detalles innecesarios al desarrollar los sucesos de cada capitulo, se limita a escoger con agudo sentido selectivo los más importantes. Las descripciones son precisas. El estilo es directo, familiar, claro, espontáneo, lleno de locuciones pintorescas y coloristas de gran fuerza expresiva, para retratar el paisaje de la amazonía peruana, donde se desarrollan la mayor parte de sucesos de los capítulos III, V y VIII.
Además hace uso de una técnica particular en la que muestra la existencia de dos narradores, el colono o civilizado, que pudiese asumirse como el propio escritor espectador, testigo de lo relatado, que inicia la historia, capítulos II, IV, VI y la termina (capítulo VII) dando solución al enigma de explicar quien es el hablador en el capitulo final, para lo cual las múltiples relaciones intertextuales del texto y el paratexto que emplea como técnica de escritura, brinda muchas pautas : Firenze, 1985 y Londres, 1987; lo cual facilita deducir que el narrador civilizado es el novelista, quien presenta la vida de los Machiguengas desde el acontecer filial de amistad que tenía con Saúl Zuratas, Mascarita, una persona compañera de estudios del escritor, quien al cambiar su orientación vocacional de las leyes hacia la etnografía, poco a poco va perdiendo su personalidad, la cual parece querer negar, desde la misma invisibilización que se da a las culturas indígenas, al apreciarlas como diferentes, como inferiores, puesto que él era distinto entre los de su especie a causa de un defecto físico, un inmenso lunar rojizo que le cubría gran parte del rostro, por ello lo apodaban Mascarita, recordado por su fealdad, hijo de una peruana y un judío.

Este personaje se interesa mucho por la cultura aborigen desde un viaje que efectúa con su madre a cierto sector apartado del Perú, su exagerado interés le genera un distanciamiento de la vida occidental, representada por su amigo que en el relato se transforma en periodista – investigador. Escritor. quien en la mayor parte de sus viajes y actuaciones cotidianas lo recuerda con afecto, a pesar de haberse distanciado por muchos años, hasta enterarse supuestamente que el motivo de su desaparición fue dado por un viaje a Israel, ultimo lugar donde quería estar el padre de Saúl antes de morir. Y digo supuesto, porque al final de la historia se aclara que Mascarita nunca salio del Perú, su viaje se realizo a la espesa selva del Amazonas, donde había logrado un reconocimiento, al volverse un icono de la cultura Machiguenga, un Hablador que cuenta las luchas entre Tasurinchi, como deidad principal y otros seres mágicos de la cosmología de este grupo indigena, dando lugar a mitos, leyendas y descripción de ceremonias rituales , aludiendo en especial a la del Ayahuasca, la cual les permitía andar o viajar. Entre los capítulos III, V y VII, se presenta el Otro narrador indígena, quien hace la representación de la cosmogonía Machiguenga a cargo del “hablador “, igualmente retrata enfrentamiento entre étnias y el avasallamiento por parte de los colonos y perpetua actividad nómada que era propia de esta comunidad.

En el relato se entremezclan apartes de testimonio bajo la figura de etnólogos lingüistas, misioneros, profesores, quienes presentan la visión occidentalizada de ese grupo que tanto fascinó a Saúl Zuratas, hasta perder la frontera de realidad y ficción, cuando se da lugar al relato estilo crónica, al interior de las vivencias particulares que el personaje Mascarita experimenta al involucrarse con otra cultura ajena que poco a poco apropia como suya. Así desde una labor de periodista, el otro narrador – escritor, evoca los acontecimientos de ese grupo étnico que recuerda con fuerza, por lo contado por Saúl en sus momentos de vida académica universitaria y que trata de revivir desde el programa de televisión “ La torre de Babel ”, donde al dar inicio a un documental por aniversario del instituto de lingüística de la universidad a la cual pertenecían él y Saúl, le permite develar el secreto tan guardado entre los machiguengas, representado en el recuerdo que evoca una fotografía de museo de un hablador, quien desde lo que explicaban los antropólogos Schneil despreciaba a los blancos. Hila todas las historias e imágenes, comprendiendo al final del texto que su amigo, Saúl Zuratas el que contaba los mitos y símbolos machiguengas era quien se habían metamorfoseado en un hablador que refuerza el valor de la palabra al interior de una cultura.

“Que miserable debe ser la vida de los que no tienen como nosotros, gentes que hablen” (p.60)” Es hora de sentarse a escuchar al que habla” (p.62)

Desde el hablador las palabras nacen, dan nombre, ordenan, participan del ser del mundo en la idea de Tasurinchi-dios creador; se desplazan con las personas que andan y se encuentran en un cruce de culturas, se ennoblecen, decaen, se pervierten, perecen, perduran, evolucionan.

Desde el entorno en el que se adscribe la novela, podríamos afirmar que las palabra se tornan en un gran árbol, cuyas raíces están en el transfundo de la vida social, cuyo follaje alcanza su plenitud en el cielo de las ideas o de los mitos y cuyas hojas rumorean en miríadas de conversaciones, desde las connotaciones que invocan y evocan, estallando en metáforas, donde las frases rompen desde la dicción machiguenga sus cadenas gramaticales para sacudirse con libertad en un acto creativo de ficción literaria o etnoficción, al trata de resaltar los valores de las comunidades indígenas, sus costumbres y tradiciones con un argumento que se va entretejiendo a través de la voz un poco misteriosa del hablador que nos indica desde el principio que estamos leyendo una serie de vidas, de relatos míticos de varias étnias de la Amazonía peruana.

Por esa razón, por la fuerza que se atribuye a las palabras en esta novela tiene una arquitectura especial, al reconstruir una serie de historias nacidas desde el horizonte del hablador.

Se destaca como elemento nuclear de la historia el poder vivificador de la palabra que se muestra como creadora y portadora del devenir de la humanidad representada en símbolos importantes aludidos en el relato que desde el mismo nombre, EL HABLADOR, la muestran como vital en el seno de las sociedades humanas, se habla aquí de la palabra como creación en elementos tales como el orden y nombre de las cosas dados por Tasurinchi, o en la Interpretación de la Biblia realizada por el padre de Saúl que permite reconocer la trascendencia de la palabra, también las enunciaciones continuas que se hacen en la historia de mitos, leyendas y ritos machiguengas, porque mediante ella la realidad y el mito tienen lugar a través de la voz, es ella la que permite hacer viajes continuos y entablar tránsitos al interior de la comunidad para forjar relatos fundantes que les otorguen su historicidad.

Las palabras abren el mundo de esa otra cultura, le dan existencia a la historia, abren ese mundo apartado mediante la curiosidad, la interrogación, la exploración, la búsqueda, la pasión por conocer de los personajes en quienes se fija un sentimiento de extrañeza hijo de una cultura dominante, occidental, ajeno a otra de corte americanista bajo la idea del vivir indigena que desencadena un universo imaginario, fabuloso de mitos, creencias, religiones, que los desarrollos técnicos y racionalistas de ciencia han mostrado poco.

Desde electa novela las palabras nacen, dan nombre, ordenan, participan del ser del mundo, se desplazan con las personas que andan y se encuentran con el hablador, se ennoblecen, decaen, al querer ser domesticadas en función de reglas y normas de los lingüistas personajes de la historia, allí se pervierten, perecen, y perduran, evolucionan en la memoria colectiva de una comunidad y a través de la escritura de autores como el novelista, quien desde un sentido estético estructura la obra con matices de emoción, sensibilidad, fascinación ante otra cultura, asume el juego del investigador periodista, para dar lugar a otra forma para decir, la escritura, que va a ofrecer la posibilidad de una inscripción más allá de la memoria individual. El lenguaje se muestra entonces desde la obra como disco giratorio esencial entre lo humano, lo cultural, lo social, es una parte de la totalidad de una cultura que se enuncia hacia otros que buscan comprenderla.

La palabra se muestra así desde la trama narrada como un patrimonio de la cultura aborigen, pero no esa palabra acabada a la cual parece criticar el autor, sino esa que se matiza y toma diversas formas, las del relato oral que permite recrearse dentro de múltiples continuidades, representada en los habladores machiguengas y la escritura, como el elemento que genera testimonio a través de las épocas, representado por parte del civilizado escritor- Periodista, quien busca con ansias la función de los habladores, concluyendo que esta consiste en CONTAR RELATOS. “…Contar historias puede ser algo más que una mera diversión…Algo primordial de lo que depende la vida de un pueblo…” (p. 92)

Función idéntica a la de nuestras etnias indígenas, para quienes la palabra es un vaso comunicante de sus historias que dan identidad, es por esto que en el hablador parece que el escritor, Mario Vargas Llosa , quisiera hacer un llamado hacia una realidad desbordante, observada directamente ahora, hacia la otra cara que puede tomar la literatura en nuestro tiempo, la literatura indigena, para quien la letra no es el elemento básico para contar, sino la prevalencia de la calidez de la diegesis, de la naturaleza misma del ser humano como contador de historias, hacedor de relatos interminables en su comunión con el otro y sentido de existencia en el mundo, pues las historias generan reminiscencias ante todo acontecer humano que debe y busca ser narrado: “Todos tienen algo que contar, eso es, quizá, lo que aprendí escuchando” (p. 127)

Se destaca entonces que así como en EL HABLADOR SE HA HECHO USO DE LA PALABRA, para fundar la historia de una comunidad, en nuestro entorno Colombiano, plurietnico y pluricultural, esta es también el núcleo de toda cultura, que no sólo está plena de hábitos, costumbres, prohibiciones, saberes, reglas, normas, creencias, valores y mitos que se perpetúan por generaciones, acumulando así un capital que genera identidad; sino que en la actualidad se pronuncia desde la función literaria como otra manera de contar y decir sus cosmogonías y cosmologías ante los lentes de la cultura foránea y ajena que busca la apropiación de estas culturas desde la imposición de lenguas, y los avatares de las tecnologías como otros medios para comunicar y culturizar.

Se Cuestiona así desde esta novela, la incomprensión surgida en América ante las voces y relatos de origen indígena, revalorizando a estos desde el oficio de un hablador, de un contador de historias que puede ser un escritor o literato, quien permite en sus tramas al lector aprehender como el hablador a través de la escucha los imaginarios particulares de una cultura.

Así mediante esta historia, Llosa parece sostener que los intelectuales de esta época deben ser unos observadores analíticos audaces, para desentrañar esos sentidos particulares que toman las cosas y las acciones al interior de una comunidad indigena, apreciar con otros lentes sus historias, sus escritos, el mundo de lo mítico que los entrecruza , ya que estos relatos ante el lente común, desde la razón, pueden aparecer como irrisorios, pero si nos detenemos de seguro que se bifurcan muchos hilos para ver las cosas del otro lado y encontrar sus significancías; eso lo comunica el autor bajo la figura del periodista.- escritor que en su oficio reforzó aquellos valores de las comunidades amerindias que en los occidentales están perdiendo validez, al devaluar sus relatos, al separar sus formas de hacer literatura y dejarlas en el olvido.

Finalmente, podemos decir que en esta novela se explora el poder de la palabra para conocer una cultura, ese debe ser su fin, servir de instrumento de acercamiento y no de aglutinación, para que surjan mediante las palabras varios habladores que hagan posible la perpetuidad de la visión ancestral del mundo que tienen nuestras étnias.


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